martes, 15 de marzo de 2011

CRÍTICA DE "MON ONCLE" (1958) de Jacques Tati.



La vida es demasiado corta para vivir encerrados en nosotros mismos. Tati es digno sucesor del maestro Chaplin, en esta maravillosa obra llena de colores y sonidos que introducen al espectador en ese maravilloso y noble arte que es el cine.
No es una mera coincidencia que el propio director fuera objeto de una férrea educación, de hecho su destino era seguir los pasos de su padre, ni más ni menos que militar. Travieso como el protagonista que él mismo interpreta, Tati se quedó con lo más “divertido” de la disciplina que en aquellos años estaba destinado a ejercer, el deporte. Afición que le ayudó a escapar, como otros padres del cine francés, de sus obligaciones “reales”, y que, como no, acabó ejerciendo obligaciones más imaginativas y libres, como es la creación de ficciones, que siempre suelen ser más estimulantes para los espíritus libres y poco aficionados a los clichés sociales.
Testigo de los horrores que solo pueden contar quienes han vivido una guerra, Tati se esforzó más que nunca en ser libre. Debemos de entender la libertad como autonomía, dimensión de la razón que permite al ser humano pensar dándose normas a si mismo sin que medie autoridad alguna… Yen el cine las reglas nacen y mueren a partir de su creador, lanzan mensajes utópicos e intentan reflejar más que el cómo son las cosas, el cómo te gustarían que fueran.
Tati desde un mordaz y no carente sentido del humor (algo que no abunda mucho entre los franceses), realiza una crítica a la burguesía más “snob” que a día de hoy sigue existiendo. Dos mundos perfectamente reflejados en un armonioso juego de contrarios, el barrio popular lleno de vida y el barrio residencial frío como el metacrilato. Los contrarios, el blanco y el negro, la superficialidad y la imaginación…La represión y la libertad.
“Lo que posees, te acabará poseyendo”, así rezaba Tyler Durden en  “EL CLUB DE LA LUCHA”, eso sí, desde un punto de vista más anárquico. Los personajes de la cinta están abstraídos en sus cosas. Un coche en el garaje, unas vistas al salón, una fuente que solo arroja agua cuando llegan visitas…Y todo ese universo colisiona con el “anárquico” personaje de Tati, cuyo sobrino mira como un igual, ya que admira como se aleja de los convencionalismo, cual Peter Pan que muy pocos se atreven a ser.
Mon Oncle es una parodia blanca como la leche, prodigiosa a partes iguales tanto en sutileza como ironía, que el cine debe de estar agradecido. Porque la vida es muy corta para vivir encerrados en nosotros mismos… Amén por las equivocaciones de Monsieur Hulot, Amén por el cine y Amén por la música de Alain Romans.



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