miércoles, 11 de mayo de 2011

EL CINE Y LA CONDICIÓN HUMANA (PARTE 1) POR RAÚL LUCAS IGLESIAS,

El cine no puede ser otra cosa que la que es: un constructo del ser humano destinado al ser humano, ello implica todo lo negativo y positivo que envuelve al hombre como especie. El señor Corleone ha enseñado más filosofía en el siglo XX que toda la escuela existencialista junta. El cine nos ha enseñado como las máquinas pueden odiar y amar (véanse 2001, Yo, Robot, Blade Runner, Matrix, Terminator), el cine nos ha mostrado como se puede madurar y crecer como persona (véanse Lo que el Viento se Llevó, Alta Fidelidad, La Misión, Forrest Gump). El cine nos ha llevado a una muestra esencial de la condición de lo puramente humano, llevando a humanizar máquinas como en los primeros casos o a idealizar o dramatizar personajes que desaprobaríamos con seguridad en nuestro día a día. Hemos visto como el cine nos ha hecho encumbrar a caníbales psicópatas como Annibal Lecter, hacia el cual muchos sienten simpatía y admiración. El cine ha moldeado la sociedad y nos ha impuesto hábitos de consumo y de pensamiento concretos. Consumimos lo que vemos, vemos lo que nos imponen, no hay opciones, solo hay mercado, además, unidireccional.

El modelado que el cine nos ha impuesto es sutil ya que el cine nunca es una amenaza, siempre vemos al cine como ese amigo que nunca pide nada, ese fiel servidor de horas de diversión. El cine siempre es positivo y ante tal positividad bajamos la guardia y engullimos todo aquello que el sistema nos oferta: sagas de James Bond en entregas trianuales, entregas anuales de Harry Potter, sagas cosmovisionarias intergeneracionales como La Guerra de las Galaxias o cine comercial de autor (Soderberg, Allen, Ritchie, Shyamalan), secuelas infectas como Loca Academia de Policía o Cazafantasmas o remakes tan lamentables como fueron El Planeta de los Simios o Chacal. Siempre, y ahí estriba lo triste, siempre, compramos el producto, casi siempre inconscientemente. Palmas de Oro, Leones de Plata y Osos de Oro, Oscars y BAFTAs son el alimento comercial para la compra de un producto determinado. Oscars y BAFTAs para que el gran público compre, Palmas y Leones para que minorías se jacten de su minoritaria y selectiva opción cultural. Todo forma parte de un medido y controlado plan para la optimización económica del producto.

¿Qué ver entonces? ¿Cuál es el producto que hay que consumir? ¿Cuál es el cine que vale realmente la pena, que nos puede llevar a elevar nuestro espíritu dentro de nuestra concepción occidental de la condición humana? Poco a poco, entre todos, quizás lo iremos descubriendo.

1 comentario:

  1. Simplemente genial...No esperaba menos de mi amigo y hermano. No puedo empatizar más con lo que has escrito.

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